lunes, 24 de agosto de 2009

Barranco de Víznar, una guerra contra el olvido

Han tenido que pasar 34 años para conocerlo. Nunca lo había pisado antes. Jamás mis pasos me condujeron a aquel entorno. Pero a los 34 años pude verlo. Imagino que era una curiosidad malsana la que me llevó hasta allí. Eso y unas ganas terribles de arrojar un puñado de tierra sobre ellos, sobre todos los que allí descansan en su escondido anonimato. Asesinados, pero siempre recordados.


La sugestión que provoca el lugar exige un silecio de cementerio. Algunos carteles colgados en los árboles nos recuerdan que los familiares de los "paseados" por allí desean que el paraje sea un camposanto y nos solicitan que nos comportemos como si allí estuviésemos. La respiración es demasiado sonora y sólo las chicharras del verano tienen licencia para cantar sus cantos secos. Sólo queda callar, callar para que las voces de los que allí han fortalecido con sus huesos los bosques de Víznar resuenen altas tirando de nuestra memoria.

Con un puñado de tierra en mis manos siento la manifestación de muertos ocupando las cunetas y la manta de aquellas madrugadas de miedo y muerte envuelve mis pensamientos.

Hoy leo que dentro de poco se abrirá la fosa en la que presuntamente descansan los restos de quien eleva el eco de aquellos muertos. Y hoy sé, después de visitar Víznar y su barranco, que me importa muy poco si Federico está allí enterrado o no. Lo único que sé es que junto a él, en Alfacar o en cualquiera de tantos lugares donde se asesinó impunemente en nombre de Dios y su Santa Cruzada, los españoles tenemos una deuda pendiente, una disculpa secular.


No sé el tiempo que estuve allí. Algunas fotos, mucho silencio, un nudo en el estómago, un lo siento insufienciente y, por último, sobre la cruz que sirvió de excusa para el asesinato y que cínicamente nos muestra el lugar en el que descansan 10, 100 o 1000, un puñado de tierra seca caída de mis manos que espera ser abrigo en la madrugada mortal de aquellos huesos.

Fotos: @bomarzo

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Cómo escribes, Juanjo.
Gracias.

Julia dijo...

Qué post tan magníficamente escrito, Juanjo.

Me has trasladado al lugar, oía las chicharras y sentía el mismo estremecimiento que tú ante la escena...
Gracias.
Bicos!:)

Anónimo dijo...

El texto es muy bonito, precioso...mereció la pena, seguro, visitarlo y esperar 34 años para hacerlo :-)

El silencio de los pinares protegen muchas historias sin contar, desdibujadas por todo lo pasado y lo que queda por venir.
Me gusta verte escribir de nuevo, vuelves a la carga :-) Besos,
Belén

G dijo...

Solo hay un sonido más entre la respiración: los pasos ecos a la tierra.

Gran post, si señor.

Bomarzo dijo...

Julia, bueno, este, en fin, mmmmmm. Gracias. Es un sitio que hay que visitar. Siempre.
Belén. Pues algien debe interpretar ese silencio y contar las historias que allí hay. Vuelvo a la carga? Cada entrada es un parto.
Galleto "festivamente". Una vez más tienes toda la razón.