lunes, 3 de noviembre de 2008

El cura de Alsasua

A la atención de algún responsable de la Conferencia Episcopal Española.

Leo con deleite -todo el que cabe ante una noticia tan trágica- la pequeña biografía que el diario El País le dedica al que bautiza (perdón por usar uno de sus sacrosantos conceptos) como el cura de Alsasua. No conocía su historia. De hecho no conocía la existencia de sacerdotes que, tal como hiciera este navarro, se pusieran contra la santa cruzada del 36, aquella que bendijeron con boato y devoción y por la que todavía no han pedido perdón.

Historias como estas ayudan. No sabía que, como hizo este hombre, existieran hreligiosos de Dios, del mismo que ustedes pregonan, a pesar de la enorme diferencias de discurso, que sin empuñar más arma que su evangelio, se colocaran frente a los compañeros que con alzacuellos levantaban su brazo derecho con la misma devoción con la que agitaban palmas un Domingo de Ramos.

Este descubrimiento, que ha sido llevado al cine, por cierto, demuestra que, una vez más, la historia de la guerra civil no está contada, que aquellos que defendemos una lectura con los ojos de ahora sobre aquellos hechos no estamos demasiado alejados de una hipotética razón, que los hechos históricos fueron burdamente manipulados por los vencedores y que los derrotados merecen el respeto del recuerdo, la justicia de la memoria.




Estimados señores de la Conferencia Episcopal, ya que ustedes están tan empeñados en elevar a los altares a Alexias y a mártires, ya que tan necesario consideran reconocer el supuesto martirio de unos hombres que, alineados con uno de los bandos, fueron asesinados, desde aquí abro una espita para que el cura de Alsasua sea también santo. Su martirio fue comprobar que su Jerarquía justificaba la muerte, que la palabra de su Dios se retorció para justificar lo injustificable. Como sus compañeros del otro bando, también murió. Murió el religioso, murió su fe. Como verán cumple con los requisitos para la beatitud.

Es muy probable que, si viviera ese hombre todavía no querría en lo más mínimo compartir santidad con aquellos de sus compañeros que mandaron en mensaje evangélico a hacer gárgaras y justificaron la muerte y el asesinato durante más de 40 años, dándoles tintes de cruzada o, incluso, como hizo el Cardenal Gomá, de "plebiscito armado".

Acérquense a la historia de este hombre, arrinconado por ustedes mismos, y, quizás lleguen a comprender la dualidad de unos hechos en los que da la sensación, ustedes se siguen moviendo como peces en el agua. Qué más da que ese agua esté manchada con sangre hermana... Para ustedes eso parece lo de menos.

Un saludo desde mi jardín.
Bomarzo.

2 comentarios:

El factor septiembre dijo...

Los que en una guerra difieren, siempre son olvidados

Bomarzo dijo...

Que es lo mismo que muertos.