Puntual a su cita, llega la tercera parte de "Muerte de un Poeta".
El soldado consiguió encender el cigarro y expulsa el humo de una larguísima primera calada. Se da la vuelta, observa aquella celda como si fuese la primera vez que ponía sus pies en ese hediondo lugar. Apenas hace caso a los ruegos del poeta, a sus llantos. Sólo le dice que llorar no era de hombres, pero que en su caso era normal que lo hiciera. Sus jefes le han dicho que venía un poeta maricón y que, por tanto, no es de extrañar ese espectáculo tan femenino a su juicio. De todas formas, el soldado se vuelve hacia él y le pone la mano en el hombro.
-He venido para ayudarle a rezar-dijo el joven soldado- y, de camino para que me dedique este libro que, si no me equivoco es suyo-.
Rezar… Café… Qué relación podía haber entre esas dos palabras malditas, tan alejadas la una de la otra y que en boca de este soldado se unen en un matrimonio lúgubre y siniestro. En la mente del poeta, una y otra llevaban estrafalarias ropas. “Rezar” iba vestida de negro, un riguroso traje negro, enjuto, de paño grueso, algo roído por la polilla y con caspa en los hombros. A la palabra “Café”, en cambio la vio de largo vestido blanco y un brillante y oscuro tricornio de guardia civil. En la boda entre ambas palabras, un sacerdote vestía con camisa azul y tenía la misma cara del soldado que le acompañaba en su celda, y una partida de gitanos ponía los cantes: martinetes, segurillas, soleás… todos cantes jondos y tristes. Al final de la ceremonia, los gitanos se levantaban y mostraban sus manos esposadas, encadenadas, mientras el cura apuntaba con su máuser y disparaba sin dejar a nadie vivo. La pareja de recién casados aplaudía ante el teatral espectáculo.
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Hace 1 hora
3 comentarios:
Ya me estoy poniendo al día con todo después de un par de días de ausencia, y este relato cada vez tiene mejor pinta... me imagino el final pero... sería posible que no ocurriera? impaciente espero la siguiente entrega.
¿Qué opinas acerca del caso García Montero?
Ese café... frío...
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