jueves, 11 de diciembre de 2008

Mi barrio. 07.30 horas.

Aún la mañana no es luz y mis pasos golpean trémulos un asfalto frío y dormido. Hay silencio, sólo roto por el paso veloz de algún autobús con pocos pasajeros buscando la siguiente parada.

Trazo una larga diagonal hasta la boca de metro que me conduce hasta el calor del subsuelo. Por los diversos puntos cardinales del barrio van llegando, aún dormidos, caminantes cuerpos ausentes unos de otros, con el último trago del café calentando sus lenguas, todos en la misma dirección, como un macabro desfile desordenado de zombis. Antes de llegar, otras gentes que han madrugado más cruzan los parques atados a sus perros, ajenos al frío y a la escasa vida que le queda a la noche en otro día que recién empieza.

Algún destello intermitente en rojo saca al caminante de la rutina de ir contando los pasos que cada día le separan del mismo destino por el mismo camino. Cerca de esa luz un camión mal aparcado abre sus puertas para que un joven mulato descargue sus mercancías, pronto consumidas vorazmente por un barrio que permanece cerrado por sueño.

El caminante vuelve a mirar al suelo. Sus manos enguantadas se esconden en los bolsillos de su abrigo. Al fondo, la estación del Metro se hace más grande. El día arranca como lo hacen el resto de los días. Un andén, un vagón, un asiento, un libro… Próxima estación, Pinar de Chamartín.


Un saludo desde mi jardín.
Bomarzo madruga

5 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé...tus letras tienen algo que llenan. Me gusta recrearme en ellas. Tus descripciones son 'crecientes', impulsan a seguir leyendo, arrastran al lector. Sólo lo digo(escribo) porque así lo pienso, nada más. Tampoco soy una experta en nada desde luego, sólo aficionadilla, pero sé lo que me gusta. Soy así. Dicen que ese es uno de mis grandes defectos, los impulsos. Esta tarde tuve éste con tu pequeño relato sobre un caminante sobre el asfalto de Madrid, crucé en diagonal con él, sentí ese calor-olor especial cuando se entra en invierno en las bocas de metro, oí llegar el tren, me subí a él...
Será que hoy es jueves, que hace frío y ya se fue a dormir el sol...tan pronto.

Besos, y gracias por transmitir.

Nefer dijo...

Que me gusta acompañarte en estos paseos madrileños Bomarzo, compartir tus sensaciones, tus visiones de la ciudad tan particulares, pero que se pueden extrapolar a cualquier otra... es como si yo caminara por la mañana por Madrid... gracias.

Besillos.

María Martín Calvo dijo...

El paseo para ir al trabajo es uno de los momentos de mi rutina diaria. Veo cada día a la mismas personas en el bus (por cierto, que coincido bastante con Raquel Almirante... y arreglamos el mundo en unos 20 minutos que dura nuestro trayecto juntas). Al bajarme del bus imagino: un gran paso para el hombre....

Es bueno oir esos zapatos...

Besos nazaríes...

Bomarzo dijo...

MJ, es un placer poder hacer eso. Escribir es buscar esos sentimientos, entre otras cosas. Un honor.
Gracias Nefer.
Lia, siempre me traes un cacho de Granada.

Anónimo dijo...

Y yo que me perdí ayer este estupendo post... Menos mal que todos los días tenemos la posibilidad de subir al tren, al tren de tus escritos.

Buen finde,

Claro