viernes, 5 de diciembre de 2008

El pasajero de Montauban. Homenaje a Azaña.

Tenía ganas de volverme a enfrentar a la dura prosa de un hombre por el que siento una profunda admiración intelectual. José María Ridao es una de esas personas con las ideas más claras y que mejor sabe expresarlas que te puedes encontrar, no sólo en las tertulias radiofónicas, sino en las páginas de interesantes trabajos literarios que, a través de una severa erudición ayudan a arrojar luz sobre puntos oscuros de nuestra historia. Puntos que la rutina del paso del tiempo han convertido en verdad inmutable, casi indiscutible, dentro del marco indeseable de lo políticamente correcto.

Azañista confeso y convicto, Ridao quiere destripar mitos y sacarlos de la apariencia de verdad en la que se han movido tanto tiempo. Parte de eso es “El pasajero de Montauban”. Un libro de viajes sobre viajes. Eso hace el autor, viajar dentro del viaje que otros hicieron antes comprando épocas, ideas, prejuicios y mentes. Es la segunda vez que me acerco a este libro. Quería recordar los argumentos con los que Ridao sacude las estructuras de la Generación del 98 y el daño que, a su juicio, las tesis regeneracionistas y españolistas de estos autores dañaron al país y, más concretamente a una Castilla demasiado atada por los conceptos noventayochistas, que la dejaron de espaldas a la España plural que negaron los vencedores de todas las batallas.

Pero también quería recordar las formas con las que Ridao pone en su sitio a un Camilo José Cela hiriente con el débil y displicente con el que manda en su “Viaje a la Alcarria”.

Aunque si por algo merece la pena viajar por los viajes de este autor es por navegar en especial por los dos últimos capítulos, hilados con verdadero primor e interconectados por las vicisitudes históricas. En ellos se entrelazan los periplos de Walter Benjamín y de Manuel Azaña, en ambos casos metáforas de dos bandos derrotados y sin rumbo. Sin embargo, como admirador profundo de la desconocida figura de Manuel Azaña, merece muy mucho la pena acercarse a la visión que del último Presidente da Ridao, al que la Historia de España le debe una severa disculpa deshaciendo los nudos perversos que la inquina del vencedor y de los bandos derrotados ataron en torno a su figura.

Merece la pena acercarse a José María Ridao y mirar a los ojos de Azaña a través de los suyos.


Un saludo desde mi jardín.

Bomarzo en memoria de Azaña.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Tal y como lo cuentas, parece que sí, que merece la pena.

Claro

Bomarzo dijo...

GraciasClaro por no dejar esto a 0.
Besos.

Anónimo dijo...

Bomarzo, ya veo que somos muy pocos los AZAÑISTAS que asomamos por aquí.

Recuerdo que la primera vez que oí hablar de Manuel Azaña fue en 1976 (tenía 11 años) e inmediatamente me silenciaron en casa de mis abuelo. El miedo se palpaba en el aire.
Dos años después vi una película llamada "Arriba Azaña", que era un auténtico descubrimiento -al menos- sobre quién era este personaje. Y encima, la Iglesia era la protagonista.

José María Ridao, a quien llevo escuchando como tertuliano y leyendo como articulista desde hace bastante tiempo, me parece un gran escritor y un mejor intelectual (palabra que no me gusta demasiado). Creo que es un hombre muy riguroso y certero, aunque excesivamente serio a la hora de comentar.
He leído algún pasaje de este buen ensayo y es muy recomendable para aprender y sobre todo querer saber y conocer.

Saludos republicanos, por cierto. Alfa79