lunes, 15 de septiembre de 2008

El hombre que detuvo a Lorca

¿Hablamos de libros? Bien. Es una buena idea. Este fin de semana he comenzado a destripar el libro "El hombre que detuvo a Lorca", del autor irlandés Ian Gibson. Los que me conocéis sabéis de mi obsesión por la guerra civil y la memoria histórica. Precisamente este libro habla de eso, de memoria histórica.


Sin ningún tipo de complejo, el hombre que más luz ha arrojado sobre el asesinato del poeta de Fuente Vaqueros pone nombres y apellidos a las entelequias que siempre han rodeado la muerte de Lorca. Y ya iba siendo hora de que los nombres de aquella burguesía -la peor de España, según el propio poeta-, la misma que le asesinó por ser maricón y famoso -esto último imperdonable en Granada-, salieran a la luz.

Gibson va más allá. No se limita a dar una relación de nombres, más o menos conocidos por todos ya, como si de un manual de Historia se tratara. Tras esos apellidos, Gibson sitúa una vida, una idea, un contexto que ayuda a comprender un poco más por qué Granada, sin estar a la vanguardia del frente fue una de las ciudades con un represión más cruel. Eso se debió a gentes como Ramón Ruiz Alonso, personaje de la derecha más recalcitrante, fascista mediocre, que lo detuvo y que, como se deduce del libro a tenor de otros testimonios, muy posiblemente también le denunció.

A Lorca se le acusó de ser un espía ruso en España, de tener una radio para comunicarse con el enemigo en Rusia, de ser enlace de las ordas rojas. Puro enmascaramiento, retórica belicista. La verdad de su detención, a pesar de no estar escrita en ninguna parte, trasluce detrás de los párrafos del libro de Gibson. Envidia, homofobia, rivalidades familiares, venganzas personales enconadas en lo más profundo de la resentida alma de primos lejanos, una "Casa de Bernarda Alba" demasiado punzante... Como véis poca política y mucha inquina.
Federico fue sólo un exponente, muy conocido, el que más, pero no difería en mucho de lo que le sucedió a miles de granadinos, no sólo durante esos días, sino a lo largo de los años. La guerra civil fue una excusa para vengarse, de lo que fuese.

Gibson pone cara a la represión en Granada. No sólo con Ruiz Alonso, sino Trescastro, desde Santa Fe, Nestares, los Rosales. Las siglas Acción Popular, particularmente sádicas en nuestra tierra, forman parte del tétrico imaginario granadino al que una vez más zahiere Ian Gibson con todo acierto y el máximo rigor. Un libro de fácil y apasionante lectura al que debemos acudir sin ningún tipo de tapujo.

Un saludo desde mi jardín.

Bomarzo por Gibson

4 comentarios:

María Martín Calvo dijo...

Deseando tenerlo en mis manos...



"porque siempre hay que recordar"

Jesús Lens dijo...

Tengo muchas ganas de leer este libro. Y más desde que he leído tu reseña.

Anónimo dijo...

No sé si arroje tanas novedades. Después de leer el libro de hace 30 años, el clandestino, ya sdabíamos el papel de cada cual, de todas formas haré por leerlo.
Bo, que "te se esha a faretáh"
Rigoletto

Unknown dijo...

Me lo apunto Bo. Como todo lo que mencionas.