martes, 21 de octubre de 2008

Calle Princesa


Calle Princesa.

Cielo extrañamente azulado.

Dicen que es otoño. Me sobra mi chaqueta de pana. Una suave brisa se quiere llevar el tíket que me recuerda lo que cuesta una menta poleo en esta ciudad.

Madrid es constantemente penetrada por un ir y venir de ruído en forma de coches, autobuses, obras y tacones que sobrevivien a la estridencia de un motor diesel.

Hago tiempo para llegar a una reunión sentado en la terraza de un bar y escribo.

Un viejo actor pasa delante de mí. Conozco su rostro anónimo en este Madrid que todo lo devora. Nuestras miradas se cruzan. Sabe que su cara me ha sonado. No conozco su nombre. Sin embargo su imagen permanece unida a mis recuerdos en blanco y negro de aquel Estudio 2 de Televisión Española.

No conozco su nombre. Sin embargo sería capaz de reconocer el regusto de su veterana voz radiofónica, vieja como las tablas de un teatro.

Ha llegado pronto. Mira su reloj. Se introduce en una cafetería de esas que en nada invitan ni a la charla ni a la tertulia ni a la lectura ni a nada. Quizás sólo a esperar.

Viste una estrambótica camisa a cuadros, con cuello tipo años 70 que descansa sobre una cazadora azul. Está muy delgado. La tele le beneficia. De todas formas hace mucho tiempo que la tele le dió la espalda. Se jubiló. Lo jubilaron. El tiempo lo ha jubilado.

La memoria, caprichosa mujer, coloca su voz, su imagen aún poderosa y joven, en una historia que, creo recordar, se titulaba "Las leyendas de Esopo". No sé si alguna vez llegué a ver algo que así se titulara.




Sea como fuere, ese viejo actor merece mis disculpas y si pudiera verme, si llegara a saber que, más allá del instante en el que su vida y la mía se han cruzado en esta plaza de los Cubos, a través de una mirada fugaz, contemplaría mi sonrojo por la ignorancia y le daría el aplauso firme, enorme y rocoso de sus tiempos gloriosos de teatro, en los que tras la bajada del telón dejaba que su vanidad, crecida a base de trabajo, bien cultivada, recibiera su merecida dosis de gloria, después de ser Esopo, un hidalgo castellano o un unamuniano sacerdote gruñón.

Llega el momento de volver al trabajo. Madrid es así. Sin tregua.

La calle Princesa sigue más o menos igual. Quizás haya algún niño más, perfectamente uniformado. Eso y algo menos de luz. Dicen que es otoño y el día es más vago. Decide marcharse ante dejando todo a medio hacer.

Un saludo desde mi jardín.

Bomarzo aburrido e intimista.

12 comentarios:

SGCI. dijo...

Bomarzo enorme cuando escribe de estas cosas.

Bomarzo dijo...

Significa eso, amigo Gu. que no no lo es tanto cuando Bomarzo escribe de otras cosas? Jejejeje. Gracias por la exageración, amigo.

Anónimo dijo...

Bueno, Bomarzo, te apañas en todos los terrenos, te apañas. Me gusta este lado doliente de la existencia. Y Madrid me parece inhumano.
Rigoletto

Jesús Lens dijo...

Preciosa intrahistoria de una ciudad acelerada. Pero nos gusta...

Anónimo dijo...

Pues si esto es aburrido, ¡que viva el aburrimiento!

Claro

SGCI. dijo...

Tú mismo o has dicho: hoy te sobraba la chaqueta de pana, ja,ja,ja...

Anónimo dijo...

Me gusta cuando hablas de Madrid, me gusta cuando te pones intimista, me gusta cuando describes... me gusta esta historia de ciudades, de calles, de personas... me gusta leerte Bomarzo.

Besillos.

Anónimo dijo...

A mi me encanta Madrid, ese laberinto de biografías cruzándose, perdiéndose y encontrándose a cada momento. Cuantos más habitantes más soledad arrastra cada uno, pero también la vida palpita más fuerte, el ritmo es más esperanzador. Me gusta Madrid, me gustas cuando escribes de Madrid, de tu tu hija, de los demás, de ti. Gracias

Bomarzo dijo...

Nefer, me has sacado los colores. Gracias, es excesivo, pero gracias.
Eltercero, lo mismo te puedo decir a ti. Gracias.
A los dos deciros que escribir así, de mí, de mis sentimientos, es como un parto, es complejo, es duro. Me resulta más dfácil esconderme detrás de mi cara política, social, comprometida.
Reitero mi agradecimiento, a todos.

Anónimo dijo...

En mi penúltimo post ya aludí a a esa calle de la Princesa que, tanto me abruma y me abraza cuando la visito. Cuando la recuerdo.

No es una simple calle, es un lugar indescriptible.
Es un refugio de ángeles y de desangelados.

Alfa79

SGCI. dijo...

¿La Duquesa de Alba es un ángel o una desangelada?.

Anónimo dijo...

La "Duquesa", es un "ángel", pero con boquita de piñón.

Salud republicana. Alfa79