Se detiene a dos chavales en Estados Unidos que
planeaban, no sólo
asesinar al senador Obama, sino realizar una matanza de negros en Mississipi (USA). El mismo día, la Guardia Civil tiene que dar escolta a un grupo de
gitanos en Castellar (Jaén) para evitar un linchamiento o, como poco, un apedreamiento, eso sí, según la parte activa del hecho, sin tinte racista alguno.
La raza blanca, los caucásianos, siempre con ese complejo de superioridad que le lleva a despreciar aquello que sea de otro color.
Millones de años de evolución humana para que alguien siga, no sólo manteniendo la superioridad de una raza sobre otras o sobre todas, sino que, además, mantenga la creencia, con importantes connotaciones religiosas, de que las denominadas razas inferiores deben desaparecer.
A estas alturas de siglo sólo la incultura, la estulticia, puede alimentar doctrinas de ese calibre. Los chavales norteamericanos que planeaban la matanza son víctimas de su propio sistema, de un país en el que un negro puede ser Presidente y, a la vez, llegar a ser odiado por el simple color de su piel entre sus compatriotas que pueden desear verle muerto.
Pero qué pasa en España. Los problemas con los gitanos no son nuevos. Desgraciadamente Andalucía ha sido triste protagonista en más de una ocasión de enfrentamientos entre calós y payos. Quizás porque los gitanos son masa en esa región. De fondo subyacen muchos problemas de carácter social que los payos, que somos los que mandamos, no sólo hemos creado sino que nos mostramos algo insolventes a la hora de resolver. Guetos, poblaciones marginales, barrios en los que el payo siempre ha encerrado al gitano y lo ha apartado de su vista sin dotarale de la más mínima protección social, dejándolos a la interperie, usando el hipócrita argumento de que los gitanos no cambian, de que son como son y que, además así son felices. No queremos que se integren con nosotros y luego nos quejamos de su falta de integración. Los tiramos en la calle, les damos limosnas y pretendemos que nos lo agradezcan de por vida apartándose de nuestra vista.
A todos los que dicen que los gitanos deben cambiar, que no se integran porque no quieren, que son ellos los que empiezan conflictos que, de forma inmediata, como ha pasado en el caso de Castellar, carecen, claro, de connotaciones racistas, porque atacar a un gitano no es racismo, a todos esos, digo, les preguntaría sin en el comportamiento del payo no hay nada que criticar, si estamos por encima del bien y del mal, si nuestra actitud no debería ser igualmente reprobada.
Es muy probable que haya llegado el momento de preguntarnos si el camino de la integración habrá de recorrerse en los dos sentidos. Por qué el es gitano el que debe "castellanizarse"? Por qué no emprendemos una ruta que nos conduzca a un punto intermedio y allí nos damos la mano? Contaminemos nuestra esencia y mezclemos los cuerpos en pos de la creación de una sola raza: la humana. Sólo así nos haremos verdaderamente ricos, con una riqueza que jamás se verá sacudida por crisis financiera alguna.
Un saludo desde mi jardín.
Bomarzo humano.